Por unos níscalos

Por unos níscalos

Por unos níscalos 1024 699 Javier González Alcocer

Por unos níscalos es el relato de suspense que presenté al concurso de la editorial Palabra herida, quedando seleccionado entre los finalistas.

POR UNOS NÍSCALOS, Javier González Alcocer

 

La escena:

Un coche detenido en una carretera comarcal, la puerta del conductor abierta. Sobre el agrietado asfalto, el cuerpo de una mujer, bajo el que un charco de sangre va incrementando su tamaño. En el asiento de atrás, una adolescente grita y llora. La figura de un hombre se aleja corriendo por un campo lleno de maleza.

 

Extracto del artículo aparecido en el periódico provincial, un día después:

“El cuerpo sin vida de L.E.G. fue encontrado en la tarde de ayer junto a su coche, por un vecino que transitaba por la misma carretera. Según fuentes consultadas por este periódico, la hija de la difunta se encontraba en el automóvil, sin lesiones pero con una fuerte crisis nerviosa. Las autoridades centran su búsqueda en F.P.R., marido de la fallecida y padre de la joven, que también viajaba en el automóvil, según ha comunicado la muchacha.”

 

Extracto del artículo aparecido en el periódico provincial, dos días después:

“En la tarde de ayer, la Guardia Civil ha encontrado el cuerpo sin vida de F.P.R., en la zona conocida como Los Arroyuelos, distante varios kilómetros del lugar donde estada su coche. Junto al mismo, como publicamos ayer, se encontró el cadáver de su esposa L.E.G.”

 

Extracto del interrogatorio practicado a la joven C.P.E. por la jueza al cargo de la instrucción, en presencia de una asistente social:

—¿Entonces tu padre detuvo el coche?

—Sí.

—¿Tu madre le pidió que no le hiciese?

—Sí.

—Pero tu padre quería hacerlo en ese sitio, ¿por qué?

—Porque quería coger níscalos.

 

Extracto de la conversación mantenida entre la jueza al cargo de la instrucción y el teniente de la Guardia Civil que ha llevado la investigación:

—Una pelea matrimonial generada porque el padre quería recoger níscalos y la madre no querría acaba con ambos muertos —comenta la magistrada.

—Quizás eso fue lo que provocó que explotase una tensión que venía de antes —apunta el teniente.

—En su informe no figura que hubiera denuncias por malos tratos.

—En efecto, y los vecinos dicen que eran una familia normal.

—Y la normalidad ha terminado con que la esposa se ha llevado diez puñaladas y el marido otras tantas.

—Seguro que algo ocurría en el matrimonio, como en otros muchos en los que parece que llevan una buena relación.

—Ya, pero han dejado una huérfana. Ya podían haberlo pensado con más calma y haberse separado como hace la gente corriente.

—Eso pienso yo, Señoría.

—¿Quién cree que atacó primero?

—No está claro, aunque eso no cambia nada de lo ocurrido. Se mataron con saña, como bestias enfurecidas.

—¿Encontrarán el arma?

—Difícil, seguramente el marido que se la llevó al huir, la pudo tirar en cualquier parte.

 

Antes de “La escena”:

—Para aquí.

—Estamos en medio de la carretera —dice el hombre.

—¡Aquí! ¡No te lo repito!

El cuchillo entra repetidas veces en el costado del hombre, con su mano izquierda logra abrir la puerta y sale del vehículo.

—¡Fuera! —es el grito que resuena entre sollozos.

Cuando se detiene junto a la puerta del conductor, la mujer recibe, en una rápida secuencia, diez puñaladas; sus piernas se doblan y cae sobre el asfalto. El hombre escapa renqueante, corriendo como puede.

La joven ocupa de nuevo su lugar en el asiento trasero. «Harta estaba de venir a por níscalos, de limpiar níscalos, de comer níscalos», piensa mientras se mira las uñas y comienza a silbar una melodía que está de moda.

Los guantes y el cuchillo permanecerán para siempre enterrados en medio del campo, repleto de níscalos.

 

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